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Del imperecedero cofre de las ensoñaciones, extraemos una selección musical para el deleite timpánico de nuestra prestigiosa audiencia. Con ese lenguaje “dominguero”, con ese enredijo de expresiones, abusando de las jergas periodísticas, no se intenta otra cosa que deslumbrar a los ingenuos. Pero la gente es pícara y descubre al baboso aunque parezca muy juicioso.¿Quieres desnudar a estos pedantes? La mejor forma es aumentarles la dosis de su misma droga. Acércate a uno de ellos que ande preocupado y dile: Tranquilo, hermano. Recuerda que a perturbación climática, rostro jocundo. Como quedará desconcertado, le das una palmadita en el hombro y le dices: Ya sabes, vital líquido que no has de ingurgitar, permítele que discurra por su cauce. Y cuando pase una presumida con la nariz alzada le comentas: Por lo visto, cavidad gástrica satisfecha, víscera cardiaca eufórica. ¿Qué hay detrás de ese palabrerío con que pretendemos adornar nuestra locución? La inflación de palabras suele estar en relación directa al vacío de las ideas. Como dicen que dijo el ilustre Sigmund Freud, algunos oradores cumplen esta consigna: Ya que no somos profundos… ¡al menos seamos oscuros!Relátame con quien deambulas y manifestaré tu idiosincrasia.Dime con quien andas y te diré quién eres.
Tenemos que cambiar de mentalidad y redescubrir la verdadera fuerza de la cultura popular. Para el locutor profesional, para la inteligente locutora, lo más elegante no será lo más raro, sino lo más sencillo. Y la palabra más culta será aquella que más gente entienda. Y el piropo mejor que escuchemos será cuando digan de nosotros: Habla como su pueblo.
¿Cómo hablan los locutores y locutoras de otras emisoras?¿Cómo hablan tus propios colegas?¿Cómo hablas tú?¡Danos tu opinión!
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