8/11/08

Dias de Radio...Sutatenza, Colombia .


Días de radio... Sutatenza

Foto: Fernando Cruz

Durante más de cuatro décadas alfabetizó a los campesinos colombianos, convirtiéndose en la primera estación radial con propósitos educativos del mundo.


Después de 1'489.935 horas de transmisión ininterrumpida, la gente que trabajó en Radio Sutatenza quedó cansada de hablar. Al menos eso parece de primerazo, pues hay que sacarles cada palabra con tirabuzón y llegar a sostener una conversación con ellos es toda una proeza. Hay que insistir y profundizar en sus historias personales para descubrir que más allá de ese posible cansancio, existe también cierto temor a hablar de más, a decir lo que no se debe: hace años ACPO (Acción Cultural Popular) y el pequeño pueblo se pelean el uso -¿y la propiedad?- de los inmensos y abandonados edificios, de la famosa emisora, que se descuelgan por las estrechas calles de Sutatenza. Lo que cualquiera declare, parece, puede ser usado en su contra. Es esa la hora, entonces, de advertirles que no, que no se quiere hacer una nota escandalosa sobre el tema. Que lo que se quiere es hacer una crónica sobre Radio Sutatenza. Sobre la primera radio educativa -léase bien- del mundo.

Entonces, al fin, dejan ver una sonrisa y empiezan a recordar...
Fue por los primeros días de junio de 1947 cuando José Joaquín Salcedo, un recién ordenado sacerdote, alto, flaco, nacido 26 años atrás en Corrales (también en Boyacá) llegó como asistente del párroco. Ya había tenido problemas con el rector del seminario y con el cura de Guateque, no muy lejos de ahí, por "no corresponder al modelo" -según Gabriel Gómez, hoy a cargo de la Radio Nacional-. "Es que -continúa Gómez- en vez de quedarse rezando, prefería alfabetizar soldados y campesinos y trabajar con los presos". Si no es porque Monseñor Crisanto Luque, por entonces obispo de Tunja, creyó en él y lo ayudó, quién sabe qué habría pasado. A lo mejor Radio Sutatenza jamás hubiera existido.
Hijo de un telegrafista y hermano de un radioaficionado, nada más llegar a Sutatenza, Salcedo quiso hacer algo a partir de los conocimientos técnicos aprendidos de su familia. Llevó el primer proyector de cine que existió en el pueblo y se obsesionó con la idea de hacer una emisora para los campesinos adultos, una que fuera más allá de las enseñanzas del cristianismo y se metiera también con la salud, la economía, la vida en pareja y, sobre todo, con la alfabetización.

El 16 de noviembre de ese año (1947), Salcedo emitió su primera señal radial a los dos o tres receptores de pilas que previamente había repartido entre los campesinos. En Sutatenza todavía recuerdan el pánico de los labriegos ante la voz que salía de esa cajita conectada a la nada. "Acostumbrados como estaban por su tradicionalismo religioso a atribuirlo todo a poderes sobrenaturales, en cuanto no tuviera explicación que cupiera dentro de los estrechos marcos de referencia de sus mentes simplistas, pensaron en el diablo antes que en un espíritu bueno y corrieron a esconderse", escribe el investigador Indalecio Rodríguez.
En otras palabras, los campesinos pensaron que el padre Salcedo era el diablo. Y él empezó a hacer -en el mejor de los sentidos- diabluras.

Los buenos tiempos

Hoy puede parecer extraño que un proyecto tan humilde como el de un sacerdote que juega a la radio en un diminuto pueblo de Boyacá, consiga la atención -y el apoyo- de todo un país. Pero es que si hace seis décadas los radios de pilas no eran objetos del todo comunes en las ciudades, cómo sería en el campo. Además, apoyar el Proyecto de Radio Sutatenza fue una oportunidad para los gobiernos de turno de fomentar la educación de los adultos, un aspecto en el que poco o ningún interés habían puesto los anteriores presidentes. Y algo más: desde el lanzamiento de Radio Sutatenza hasta diez años después, Colombia fue gobernada por conservadores cercanos a la Iglesia, que fomentaron no sólo la asignación de estaciones a católicos, sino también su desarrollo.
Esas tres son, entre muchas, las razones para que Radio Sutatenza creciera tan rápidamente. Porque diez años después de aquel 1947, el proyecto del ayudante del capellán de Sutatenza era ahora una mole que emitía desde Bogotá, que se escuchaba en todo el país, que tenía una complicadísima estructura interna, que contaba con cientos de salones en enormes edificios para educar a líderes en aquel pueblito y que era administrada hacía ocho años por ACPO.

"Acción Cultural Popular (ACPO) tiene por fin la educación cristiana del pueblo, especialmente del campesino adulto, mediante las escuelas radiofónicas con sistemas que abarquen la cultura básica y la preparación para la vida social y económica de...", empieza una frase inscrita en un viejo cartel que pende de una pared en Sutatenza. En 1949 el padre Salcedo creó ACPO, consciente de que lograr lo que buscaba necesitaba de mucho más que de una emisora.

Así, en ACPO se agrupaban una editorial (que publicó 6'453.927 cartillas), una disquera (que prensó 690.000 discos), un semanario -El Campesino, del que circularon 75'749.539 ejemplares-, toda la organización de capacitación de hombres y mujeres y, por supuesto, la joya magnífica: Radio Sutatenza. Ya habían quedado atrás los días en que los campesinos le pagaban al padre Salcedo sus receptores a punta de huevos de gallinas criollas; radios que sólo sintonizaban Radio Sutatenza, lo que dio para más de un comentario.

"Para estos tiempos ya todo giraba en torno a cinco nociones y a cinco respectivas cartillas -recuerda Germán Vallejo, actual director de lo que queda de ACPO-: salud; lectura y escritura; matemáticas; economía y trabajo; y espiritualidad". En Sutatenza ya se habían construido, también, dos grandes edificios para capacitar, independientemente, a hombres y a mujeres. Ellos y ellas, conocidos como líderes (terminaron siendo 23.560) estudiaban en aquel pueblo durante cuatro meses y así regresaban a sus municipios o veredas convertidos en algo así como profesores. Tres veces al día, al tiempo que en la estación los locutores daban la clase, ellos guiaban a sus grupos. Fueron tantos los colombianos que fueron alfabetizados por ese medio de enseñanzas grupales, que resulta imposible establecer una cifra exacta; pero si se calcula tan sólo por los que enviaron cartas a la sede de Radio Sutatenza contando su experiencia de aprendizaje -era uno de los deberes que debían cumplir- habrían sido 1'229.552.

Precisamente, hace unos meses Vallejo decidió donar el archivo de Radio Sutatenza a la Biblioteca Luis Ángel Arango. Según Rosa López, jefe de Catalogación, estaría compuesto por unas nueve mil piezas. Tuvimos acceso a ellas, aún repartidas en cientos de cajas en una bodega. Una de las tantas cartas dice: "Mi madre les avisa que los dos alumnos a quienes les estaba enseñando, se han retirado porque no les gustaban las clases de la radio y apenas aprendieron a leer y a escribir, las cuatro operaciones aritméticas, y no volvieron". A lo que la gente de ACPO respondió (absolutamente todas las cartas eran respondidas): "Es una verdadera lástima que los alumnos que dirigía su querida mamá se hayan retirado. Sería conveniente que se averiguaran las causas de este retiro y tratar de solucionarlas. Posiblemente esto se debió al estado de salud o pudo suceder que en la casa se presentaran algunos inconvenientes. ¿Cómo van los preparativos para la celebración de la fiesta de la cultura campesina?".
Radio Sutatenza veía a cada uno de sus alumnos como si fuera único. De ahí su éxito. Quizás de ahí también su fracaso.

Días difíciles

23 de agosto de 1968. Se podría decir que esa fecha marcó el punto más alto del poder de Radio Sutatenza. Y también anotarse que esa fecha marcó su inmediata caída.
Alrededor de 500 mil campesinos, movidos desde los micrófonos de la vigorosa estación radial, se reunieron ese día con el Papa Pablo VI en la población de Mosquera (Cundinamarca). Salcedo y los suyos tenían más poder de convocatoria que cualquier partido político o presidente. Ya durante el gobierno de Lleras Camargo (1958-1962), los líderes de ACPO habían colaborado con la Acción Comunal, un proyecto considerado por muchos como de izquierda, y por los días de la visita papal (agosto de 1968) acompañaban al gobierno de Lleras Restrepo en el proyecto de Usuarios Campesinos, cercano a la idea de la Reforma Agraria.
Radio Sutatenza no sólo era poderosa, sino que parecía acercarse a los sectores de izquierda que tocaban al catolicismo y que se traducían en la llamada 'Teología de la Liberación', fruto del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín. Sin embargo, para Gabriel Gómez el padre Salcedo estaba por encima de eso: "Él nunca dejó de ser fiel a los mandatos de la Iglesia. Cuando lo llamaron a apoyar proyectos como la Acción Comunal y los Usuarios Campesinos, él dijo: «Ahí está la gente; si pueden convencerla de que participe, está bien; pero convénzanla ustedes, no yo»". Es más, Gómez recuerda cómo, en 1960, Camilo Torres y Salcedo tuvieron una discusión pública, pues el primero tachó a Radio Sutatenza de "demagógica y perjudicial para el campesino", pues "incitaba al odio y ocasionaba violencia".

Quizás tiene razón, entonces, Angela Pérez, subgerente cultural del Banco de la República, quien, en un punto medio, advierte: "Tanto el padre Salcedo como Radio Sutatenza son supremamente ambiguos, tienen múltiples facetas". Porque ese padre Salcedo cuyo trabajo Torres calificaba de demagógico, era el mismo que por aquellos días promovía la educación sexual con letras de canciones como: "Un hombre que se respete / debe planear su hogar / teniendo sólo los hijos / que es capaz de alimentar. / En cambio está mi vecino / con diez retoños chiquitos /y el salario no le aguanta / para tanto muchachito".

¿Cómo podía una familia campesina planificar, tal como lo promovía la canción? Algunas fuentes aseguran que los miembros de la ACPO distribuían anticonceptivos intrauterinos entre las campesinas. Germán Vallejo sólo comenta al respecto: "El padre Salcedo era de una avanzada impresionante".
Sea como fuere, lo cierto es que aquella inmensa reunión de campesinos frente al Papa generó, al parecer, cierto temor entre la clase política, algo de recelo ante el poder de ese sacerdote y la vocación liberal y socialista que acaso se dibujaba en su organización.

Sin embargo, durante los años 70 Radio Sutatenza consiguió mantenerse viva, aunque la amenaza ya estaba ahí, a la espera.

El fin

Las razones de la desaparición de Radio Sutatenza son tan variadas como los mismos motivos de su inmenso éxito. Por un lado está la falta de apoyo gubernamental después de que durante las décadas del 50 y el 60 no había proyecto del padre Salcedo al que los presidentes le dijeran que no; ahora, recelosos de su potencial vocación política, le daban la espalda. Pero a esto habría que sumar el mando obtenido por la televisión, que diezmó la cantidad de radioescuchas, y el desplazamiento forzado, que redujo la población campesina. Además, cuando las dificultades tocaron a la estación, fue difícil tomar decisiones prácticas, pues su estructura estaba excesivamente centralizada y permitía poca movilidad de sus partes; todo lo contrario a las radios comunitarias de hoy. De ahí que los entrevistados se apresuren a explicar que Radio Sutatenza sí fue la primera en alfabetizar en el mundo, pero nunca fue -ni estuvo cerca de serlo- una radio comunitaria, como algunos se aventuran a llamarla.

Fue sólo hasta 1989 -después de fracasar en el intento de incluir un segmento de programación comercial en búsqueda de liquidez- que la estación dejó de emitir. En el pueblo de Sutatenza se educaron líderes hasta 1992.

Durante esas más de cuatro décadas, la idea de ese joven sacerdote había crecido tanto, que la empresa radial que compró todas las instalaciones y estaciones de Radio Sutatenza jamás ha usado los 300 kilowatios de potencia con los que funcionaba la emisora. Eran -y siguen siendo- demasiados. Radio Sutatenza se escuchaba en buena parte de América Latina.

Al padre Salcedo, por su parte, la muerte lo sorprendió en Miami. Hacía un buen tiempo lo habían nombrado Monseñor, y -como todo en esta historia- se habla de mil razones para que se encontrara en La Florida. Algunos dicen que se voló con una mujer; otros que huía de la guerrilla, y algunos más, que trabajaba en la búsqueda de revivir su estación radial para convertirla en un proyecto internacional. Lo cierto es que el 2 de diciembre de 1994 su corazón dijo no más. Tenía 72 años.

Su cadáver está enterrado frente a la catedral de Sutatenza. Es fácil identificar su tumba porque es monumental, inmensa, como todo lo que hizo parte de la estación radial: edificios del tamaño de colegios, ahora abandonados, junto a las poquitas casas del diminuto pueblo. Tanto así que Doris Martínez, una de las encargadas del archivo que quedó allí y que no se fue para la Luis Ángel Arango, dice resignada: "Sutatenza es ACPO", y después guarda silencio. Aquí nadie parece tener muchas ganas de hablar.

Por: Andrés

Fuente: Vía "RAFAEL RODRIGUEZ" Bogotá, Colombia. rafaelcoldx@yahoo.com

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